Una hermosa leyenda para ustedes

Alumn@s, vean el siguiente video de la leyenda "El cochero sin cabeza". ¡Transfórmenlo a noticia!

Observa el siguiente video sobre la leyenda "El trauco" y transfórmala en una noticia

martes, 27 de abril de 2010

Leyenda "El calafate"

Ahora podrás entretenerte con otra leyenda que puedes transformar a noticia ¡manos a la obra! Recuerda que para que comprendas mejor lo que lees, se han destacado algunas palabras claves.


Muchísimos años antes de que los blan­cos llegasen a romper la paz y el en­canto de esta maravillosa tierra de pampas, mon­tañas, glaciares, fiordos, canales y bosques mile­narios, habitaban aquí dos grupos de gentes vigo­rosas y apuestas: los tehuelches y los onas. El jefe tehuelche tenía una hermosa hija, Calafate, orgullo y dicha de su padre. Poseía ojos grandes y hermosos, de un extraño color dorado, y era toda bella como el amanecer. Un día acertó a llegar al aiken de Calafate un joven ona que ha­bía cumplido la edad del kloketen, ceremonia de consagración de los onas en su mayoría de edad. Era alto y apuesto, e iba vestido con un bello qui­llango, manta hecha de piel de guanaco. El joven ona y Calafate se enamoraron, aun sabiendo que sus tribus no aceptarían esta unión. Pero como su amor era más fuerte que todo, decidieron huir y vivir solos y felices en el wigwan, choza hecha de piel de guanaco que harían en Onaisin.
Pero alguien descubrió los planes de los ena­morados y los denunció al viejo jefe tehuelche. Éste supuso que el Gualiche, deidad maligna de los tehuelches, había embrujado a Calafate ins­tándola a huir con un ancestral enemigo de su tribu.
Encolerizado, el jefe llamó a la shaman de su tribu y le ordenó frustrar la huida de la pareja, he­chizando a Calafate. Habría de convertirla en algo extraño, hermoso e inalcanzable, pero permitien­do al mismo tiempo que sus bellos ojos siguie­ran contemplando el aiken que la vio nacer.
La shaman caviló y caviló. Miró a su alrede­dor como buscando inspiración a nombre de Calafate. Fue así como la shaman embrujó a la bella joven y la convirtió en arbusto. Y cada pri­mavera el calafate se cubre de flores de oro, que son los ojos de la niña tehuelche, que con­templa la tierra bella y salvaje donde conoció a su amado.
El joven ona jamás pudo encontrar a Calafate, pese a buscarla por todos los rincones de la región. Al sentirse para siempre aislado de su ama­da, murió de pena.
Entretanto, la shaman, pesarosa del mal que había causado a los amantes, hizo que las flores del calafate, al caer, se convirtieran en un dulce fruto purpúreo: es el corazón de la bella tehuelche. Todos los que comen de este fruto caen ba­jo el embrujo de Calafate, como ocurrió con su amante ona. Y, aunque vivan en otros lugares, el hechizo continúa y son atraídos por un extraño magnetismo al aiken que hoy se llama Punta Arenas.


5 comentarios:

  1. k buena profe, me gusto mucho la leyenda pero me dio pena que terminaran separados y qe el no la encntrara nunca.

    ResponderEliminar
  2. profe que buena leyenda me gusto mucho pero mas el trauco esque me dio miedo y que ingenuas las niñas jajajaja profe yo creo que sabe quien soy pero si no soy el rodrigo de el 6°a. ádios .

    ResponderEliminar
  3. profesora Francisca

    Aqui le dejo una leyenda mapuche que encontre, espero que le guste

    LOS DIOSES DE LA LUZ
    (Leyenda Mapuche)

    Antes de que los Mapuches descubrieran cómo hacer el fuego, vivían en grutas de la montaña a las que llamaban "casas de piedra".

    Temerosos de las erupciones volcánicas y de los cataclismos, sus dioses y sus demonios eran luminosos. Entre estos, el poderoso Cheruve. Cuando se enojaba, llovían piedras y ríos de lava. A veces el Cheruve caía del cielo en forma de aerolito.

    Los Mapuches creían que sus antepasados revivían en la bóveda del cielo nocturno. Cada estrella era un antiguo abuelo iluminado que cazaba avestruces entre las galaxias.

    El Sol y la Luna daban vida a la Tierra como dioses buenos. Los llamaban Padre y Madre. Cada vez que salía el Sol, los saludaban. La Luna, al parecer cada veintiocho días, dividía el tiempo en meses.

    Al no tener fuego, porque no sabían encenderlo, devoraban crudos sus alimentos; para abrigarse en tiempo frío, se apiñaban en las noches con sus animales, perros salvajes y llamas que habían domesticado.

    Isidora

    ResponderEliminar
  4. le mando un video si se puede solamente ver:

    http://www.youtube.com/watch?v=bLc-_fPg7no&feature=related

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias por tu aporte Bianca. La exhibiré en el blog.

    ResponderEliminar